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Un tesoro llamado EL BORDO
El Bordo le debe mucho a este pibe llamado Alejandro Kurz. Un pibe que aparte de querer ser comunicador social, es uno de los cantantes del nuevo rock nacional que más rabia sabe transmitir arriba del escenario mediante esas poesías simples que parece componer en una habitación con una guitarra en brazos y una ventana abierta.
El Bordo son dos bandas. Una que se escucha en sus dos discos oficiales (“Carnaval de las heridas” y “Un grito en el viento”) y otra es la que se puede oír en sus conciertos. Los discos de El Bordo suenan inocentes, multifacéticos; de un rock ácido estos muchachitos pueden tocar hasta una chacarera o un tango y pasar por una balada sentimental y estancarse en un rocanrol sencillo. El pibe que hace de batero se llama Miguel Soifer y apenas se mueve para darle duro a los parches. Pero el que también tiene mucho que ver con el sonido de la banda es el percusionista Exequiel “Negro” Puga, de la mano de sus sacudidas rioplatenses.
El Bordo solo puede ofrecer canciones, sudor y lágrimas. Ellos mismos lo dicen. Y ahí puede ser que se detengan en esa subida que son sus composiciones. Ese mero “canciones, sudor y lágrimas” suena parecido a un “bandera, aguante y rocanrol”. Y nada más. Pero detrás de ese cortinado que últimamente está tapando a la música, detrás de esa parafernalia rockera de acordes comunes y gritos de hinchada, se esconde algo. Puede vislumbrarse en la banda de estos jóvenes una avanzada. Una avanzada clara, no de una simple canción de barricada y puteadas baratas. El Bordo no es eso. El Bordo no es una simple bengala: es canción y mucha experimentación.
El recital comenzó a eso de las dos de la madrugada con “Aquella nochecita” y “Soy inmortal”, ambos de su primera producción. Siguió la chacarera “Me da igual” y los consejos de “Mal trago” precedieron a la gloriosa “Volando”, balada que fue cantada por toda la gente y que dejó el campo libre para algún que otro pogo con el tanguito “Te devoran”.
Una chica subida a los hombros de un gigante era espectadora de lujo. Miraba la expresión de efervescencia del bajista Pablo Spivak y lo aplaudía a rabiar; el armoniquista Leo Kohon se lucía en “El grito” y la gente bailaba al compás de los acordes sanos de “De vuelta al juego”. En ese momento Alejandro Kurz presentaba la canción nueva: “Tesoro”, que tranquilamente hubiera podido estar entre las doce canciones de “Un grito en el viento”, ya que sigue la misma línea de la última producción de principios de año. En la letra dice algo como “Reís, lloras, peleas, pero siempre adelante vas, como un ciego que busca la luz vas contra la corriente”, siempre hablando de ese “tesoro” que es el mundo ideal, el tesoro de seguir por el camino que uno supo elegir “aunque alegre o triste vaya cantando...”.
Después, cerrando un show relativamente largo, estuvieron “Matanga”, la sublime “Volviendo el sol”, “Chapita” (con la banda literalmente entre rejas) y los tres infaltables en los recitales de El Bordo: “A mi favor”, “Quiero ver” y “Los perdidos”, con esa fiesta de luces de colores y bengalas de humo. La gente de El Bordo se merece un comentario aparte.
Una de las hinchadas que más está creciendo en el ambiente nacional a fuerza de bellas canciones que abarcan estilos varios, desde un candombe hasta una chacarera bien potente.
La vida de El Bordo es corta. Si hasta hace un año tocaban en el Marquee para menos de 150 personas y el jueves pasado metieron en Cemento alrededor de 800 con sus remeritas que vendían a ocho pesos con la entrada incluida. Entonces, es claro, la banda está creciendo, y mucho.
La vida de El Bordo es corta. Si hasta hace un año tocaban en el Marquee para menos de 150 personas y el jueves pasado metieron en Cemento alrededor de 800 con sus remeritas que vendían a ocho pesos con la entrada incluida. Entonces, es claro, la banda está creciendo, y mucho.
A este gran (y mágico) 2004 que vivió El Bordo, tocando con La Renga en Córdoba y recorriendo el país con sus conocidas Travesías Místicas, solo se lo podía cerrar con un Cemento repleto de nuevos fanáticos.Para El Bordo “No hay más tiempo atrás, nostalgias, ni existen errores”. En este fin de año, ellos solo brindan por lo bueno que pasó.
Matías Sánchez Redacción de El Acople.
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